Entrevista a Kiko Saavedra en Diario La Rioja el 29.08.13

kikoKiko Saavedra, vallisoletano afincado en Santo Domingo de la Calzada, es director técnico del Taller Diocesano de Restauración. Pero su labor artesana no acaba ahí; su ingenio le ha valido para diseñar los logotipos de la Escuela de Hostelería y de Arescal. Pero, además, es quien ideó los ahorcaditos, dulce típico calceatense que este año cumple su vigésimo aniversario. Un acta notarial de 1993 le reconoce como diseñador de «un pastel de hojaldre que él mismo denominó ‘ahorcadito’» y que, generosamente, «ofreció a todos los pasteleros de su ciudad».

-¿Cómo inventó el ‘ahorcadito’?
-En el Año Jacobeo de 1993 se me ocurrió hacer un pastelito, un postre, que fuera característico de Santo Domingo, aprovechando la circunstancia, porque pensé que podía funcionar. Cuando llegué a casa, al abrir un programa de fiestas del Santo, encontré una foto en la que aparecía la panadera en la procesión con un ahorcado colgado de la horca. Al ver el muñeco de pan, que era como un monigote del Día de los Inocentes, pensé que ya estaba. Lo importante, la clave, era el nombre: ‘Ahorcadito’.

-¿Y llegó a elaborarlo?
-Soy un poco cocinillas e hice pruebas. Primero probamos con un rectángulo en una reunión de la asociación Ayuela y estaba bueno, pero en realidad parecía que el muñeco estaba en un ataúd. Un vecino nos hizo unos moldes con metal y luego se ha perfeccionado, se ha puesto la concha como cama, que eso ya no es idea mía sino de un pastelero.

-Y tuvo una primera prueba de fuego, ¿no es así?
-Aquellos días creo recordar que se celebraba una reunión de ministros en el Monasterio de Silos y les llevaron una bandeja entera de los primeros ahorcaditos para el desayuno. No quedó ni uno.

-¿Por qué, dedicándose a la restauración, se le ocurrió inventar un dulce de hojaldre?
-No vivo de esto. Se me ocurren cosas que no tienen nada que ver con mi trabajo, como los logotipos. Así rompo con la rutina diaria. Quizá, si hubiera trabajado en un estudio de diseño, me hubiera cuidado mucho de perfeccionar los detalles, pero como no tenía mucha idea ni ganas de protagonismo… Lo hice para que cualquier obrador de Santo Domingo pudiera hacerlo.

-¿Y tiene que ver su trabajo con esa labor inventora?
-A lo mejor tengo el trabajo equivocado, pero no, no tengo ningún otro afán, yo vivo feliz como estoy. La restauración toca directamente con las Bellas Artes, por lo que algo tienen que ver todo. Son trabajos de diferente modalidad y vienen bien para pensar, pero son ‘hobbys’ al margen. Otros hacen carreras de caracoles o torres con palillos… Al final, lo hago para no aburrirme. Canto rodado no cría polvo.

-Y su idea se ha convertido en una de las señas de identidad de la ciudad. ¿Está contento por eso?
-Es lo que más me llena. Pensaba que iba a resultar, resultó desde el primer día y sigue resultando. Con eso me doy ya por satisfecho, pero sí que pido un poco de respeto. No quiero ni que se ponga mi nombre en las cajas, que cada uno haga lo que quiera, pero, si les preguntan, que no digan que la receta es de su abuelo, como ha sucedido. Eso es ridículo. Hay que respetar las ideas.

-Entonces tuvo que recurrir a un notario y acaba de interpretar a un juez en la obra teatral ‘Rioja Alta’…
-Sí, y encima me tocaba embargar. Menos mal que, al menos, solo eran 200 pesetas.

http://www.larioja.com/v/20130829/rioja-comarcas/ocurrio-hacer

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